sábado, 10 de abril de 2010

Xian y su ejercito

Tras el retraso del avión, el frío que pelaba y una habitación de hostel tipo barracón de la que había que salir y pasar por cuatro patios de la dinastía Ming (que serán preciosos en primavera, no lo dudamos) para ir al baño (que tenia unas prestaciones de la dinastía Ming también), parecía que todo el ejercito de terracota se nos había puesto en contra. Pero al amanecer y sin pensarlo mucho nos fuimos a coger el autobús que nos llevaba a ver la obra de un emperador cuanto menos megalómano.

Para ir a ver los guerreros sin duda nosotros aconsejamos coger el autobús número 306 que sale del lado derecho de la estación de trenes si la miras de frente. Es difícil resistirse a la multitud de gente que te ofrece llevarte por precios bajos, pero nunca tan bajo como el bus (algo mas de un euro por persona). Se tarda un rato en llegar, son unos 40 km.

La verdad es que los chinos tienen montado allí un negocio increíble, no hay mas que tiendas y puestos, unas explanadas gigantes. La entrada es cara, para un chino desde luego carísima, 9 euros. Como las audio guías estaban en inglés optamos por coger solo una y apañarnos, hicimos muy bien, porque tampoco vale mucho la pena, se pierden en descripciones eternas sobre los galones que llevan y el rango que ostentaban muchos de los guerreros.




Puedes haber visto multitud de fotos del yacimiento, pero al entrar en el yacimiento número 1 (dejarlo para lo último), 18 siglos de historia se te echan encima de repente y tienes lo que nosotras llamamos ‘orgasmo turístico’, pelos de punta y mandíbula caída, (para los fumadores lo sentimos, aquí no se puede fumar).

Regresamos a Xian, había llegado el peor día para todo mochilero que se precie, es el día en el que te das cuenta de que todas las combinaciones de camisetas con pantalones han sido ya realizadas, y lo que es mas grave, no queda ropa interior limpia¡¡ Con este percal no quedaba otra, había que hacer colada, empezamos con optimismo, y acabamos pensando que lo mejor hubiera sido incinerar todo y salir de compras con 300 yuanes (30 euros). La lavadora dejó lo que estaba limpio con manchas, la secadora no secaba… tuvimos que tender todo en un tendedero de la dinastía Ming y cruzar los dedos para que al día siguiente Lorenzo hiciera el resto, Wipp Express tendrá que obrar el milagro una semana después en casa..

Ya por la noche, nos fuimos al barrio musulmán, son unas callejuelas estrechas con casitas preciosas y una multitud de puestos de comida en la calle, una verdadera maravilla. Hasta este momento estábamos algo conservadoras en cuanto a la comida de los puestos callejeros, pero en un ambiente tan bonito y tan cordial, en dos minutos estábamos dispersas y mimetizadas comprando aquí y allá, vamos, que nos fuimos de tapeo¡¡ Judith fue la menos afortunada, se comió una brocheta de no sabemos que, bueno si, de fuego, la dejó sin papilas para el resto del viaje, (estos chinos no se andan con bobadas, cuando imitan imitan bien, y cuando hacen comida picante la hacen), Marta nos dio el mejor momento expresando a una mujer lo buenísima que estaba una brocheta de verduras con crema de cacahuete y lo limpia que era la señora, la mujer acabó encantada con tanto gesto con labios y manos. El resto probamos un poco de cada y nos gustaron algunas cosas, menos MJ que la gustó todo, que paladar¡¡




Ya tarde volvimos al hostel temiéndonos más de una indigestión, no fue así

1 comentario:

  1. Todavía me acuerdo de ese pinchito picante y me caen lagrimones...fui la perdedora de la noche!!

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